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El gran imprevisto: la resurrección de Jesús

Los judíos del siglo I jamás podrían haber previsto, ni inventado, un relato de la resurrección como el que vemos en los evangelios. Un artículo de Sara Pesquera.

En 2018 viajé a Brandfort, Canadá, la ciudad desde la que se hizo la primera llamada telefónica de la historia en 1876. Allí visité la casa-museo de Alexander Graham Bell y recorrí sus salas decimonónicas por las que, algo más de un siglo atrás, un hombre imaginó un dispositivo que revolucionaría la comunicación en el mundo para siempre. ¿Habría imaginado Graham Bell que su invento evolucionaría hasta convertirse en el dispositivo móvil que tenemos hoy en día? La respuesta es sencilla, no. Grahm Bell jamás pudo prever que su aparato de transmisión de sonidos por cable un día sería utilizado en conjunto de otras tecnologías para hacer videollamadas, abrir correos electrónicos, consultar el clima o, ¡incluso servir de linterna! Simplemente no podría, porque el entendimiento de la tecnología que tenían en su época era muy diferente al que hemos llegado a tener en la actualidad.

Al igual que Graham Bell jamás imaginaría que la evolución de su invento derivaría en los móviles actuales, los judíos del siglo I jamás podrían haber previsto, ni inventado, un relato de la resurrección como el que vemos en los evangelios, simplemente porque su entendimiento acerca de lo que era la resurrección era muy diferente .

 La visión de la resurrección para los judíos y para los cristianos

No podemos olvidar que los primeros cristianos eran judíos y en su ideología había una serie de creencias relacionadas con la vida después de la muerte y con la resurrección. Y que estaban muy arraigadas porque provenían de su entendimiento del Antiguo Testamento. En algún momento del siglo I, estos judíos de firmes convicciones, empezaron a cambiar algunas de sus costumbres rituales tal como el día sagrado (al sábado le añadían el domingo o lo substituían completamente), llamar Dios a un carpintero y creer en la resurrección de una manera totalmente nueva y con unas implicaciones muy diferentes a las que conocían hasta entonces.

N.T. Wright, en su libro La resurrección del hijo de Dios[1], aporta un detallado estudio sobre las creencias de la vida después de la muerte en el mundo antiguo para concentrarse después en las creencias judías sobre estos temas. Wright aporta unas interesantes conclusiones con argumentos contundentes para defender la resurrección de Jesús como un acontecimiento histórico real. Algunos de los puntos que trata en esta comparativa son los siguientes:

1. Los judíos creían que la resurrección era lo que había después de la vida tras la muerte y que era algo que le iba a ocurrir a todo el pueblo de Dios. Los cristianos primitivos,  sin embargo, afirman que esa resurrección le había ocurrido a una sola persona tres días después de su muerte.

2. El cuerpo resucitado, según los judíos, sería idéntico al anterior o luminoso. Los cristianos creían en una transformación del cuerpo físico que, si bien era material, no sería vulnerable al dolor ni a las constricciones espacio temporales.

3. La idea de la resurrección para los judíos había sido usada para referirse a la vuelta del exilio, pero los primeros cristianos lo identifican con aspectos de la vida cristiana muy diferentes, como el bautismo o la santidad

4. La doctrina de la resurrección en el judaísmo no era central, pero para el cristianismo fue su base fundamental.

5. La idea de la resurrección para los cristianos, con todo lo que implicaba, fue unánime en todo el cristianismo, no así en el judaísmo ni en el mundo pagano, en los que había muchas ideas diferentes de lo que ocurría tras la muerte.

La resurrección en los evangelios y en las cartas de Pablo

Wright apunta algo curioso en cuanto a la narración del evento de la resurrección en los evangelios. Los cuatro autores tratan el mismo tema de manera diferente (pareciendo incluso que algunos de ellos se contradicen) y usan palabras en griego muy distintas, lo que nos lleva a pensar que no son meras copias unas de las otras. Por no hablar del hecho de poner a tres mujeres como las primeras testigos de la resurrección dentro de una cultura en la que el testimonio de una mujer no disfrutaba de peso testimonial en un juicio.

“Creer en la resurrección no es un suicidio de la razón, tiene una base lógica e histórica que merece ser estudiada cuidadosamente”

Observamos también que los pasajes de la resurrección no tienen citas bíblicas. Cuando Pablo en su primera carta a los corintios (años 50) muestra que ya tenía un arsenal de citas del AT que referían a la resurrección de Jesús. Sin embargo, los evangelios carecen de ellas. Según Wright esto puede explicarse si pensamos que la tradición oral del relato de la resurrección es muy primitiva y se remonta a los albores del cristianismo, antes de que hubiera habido una reflexión teológica y exegética del AT. El apóstol hace la formulación siguiente: si Jesús resucitó, nosotros resucitamos con él, mientras que los evangelios no elaboran un pensamiento tan complejo, sino que declaran que la resurrección es “meramente” la demostración de que Jesús era quien decía ser: el Mesías. Esto es, según Wright, un indicio de que las narraciones del evangelio son narraciones de un cristianismo muy básico y primitivo, previo a la teología de Pablo desarrollada (en sí misma) pocos años después de la partida de Jesús. Por ello, concluye que la idea de la resurrección de Jesús no fue algo que se desarrolló 20 o 30 años después de la muerte de Cristo, ya que eso hubiera dado lugar a desarrollar múltiples creencias alrededor de esa idea.

Graham Bell no pudo prever hasta donde llegaría su invento, así como los apóstoles tampoco pudieron haber inventado tal nuevo concepto para la resurrección si no lo hubieran experimentado. Algo muy concreto y sustancial tuvo que ocurrir inmediatamente después de la muerte de Jesús para que se produjera ese cambio tan radical en el judaísmo. La muerte y resurrección de Jesús es la mejor explicación a todas las cuestiones que hemos planteado y, no solo eso, también es la mejor noticia para el ser humano. Creer en la resurrección no es un suicidio de la razón, tiene una base lógica e histórica que merece ser estudiada cuidadosamente ya que de ese hecho depende toda la Historia con mayúsculas y que atañe a cada persona de esta tierra: la historia de su Salvación.

Sara Pesquera es graduada en teología por la Facultad IBSTE y graduada también en Artes Dramáticas.

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